Olvidar que jugar es no tomarse la vida demasiado en serio, es como ensayar o probar sin preocupaciones.
Exceso de juguetes a disposición directa del niño/a.
Confundir jugar con estar juntos.
Dar a elegir al niño/a a qué y cómo se juega en mayor medida de lo que corresponde a sus capacidades.
No saber decir que no. Utilizar demasiadas explicaciones, enfados, amenazas de castigo, chantajes…
Confiar demasiado en que el juguete por sí mismo puede entretener al niño.
Calcular mal la adecuación del juguete y/o el juego a la edad del niño/a y sus capacidades.
No incluir el recoger y el ordenar como una parte más del juego. Necesita un tiempo (no deprisa y al final) y que se lleve a cabo juntos.
Los juguetes no deben estar todos a la vista y el alcance del niño/a. De esta forma se favorece un cierta claridad mental y emocional, y se estimula el deseo, las ganas de jugar y el saber esperar.
Abundar demasiado en los juguetes o juegos que claramente prefiere el niño/a (coches, pelotas, animales, muñecos…)
Jugar demasiado a que el adulto enseña al niño/a.
Olvidar que las necesidades de juego compartido evolucionan y cambian permanentemente.
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