martes, 20 de noviembre de 2007

Psicología sistémica, familia e infancia

La psicología sistémica puede aportar mucho a la comprensión del mundo de la familia y la infancia. En un modo especial, este modelo puede ayudar a superar las dificultades que suelen aparecer en las familias durante la etapa de la crianza ayudándonos a entender las vicisitudes habituales de la primera infancia y sobre todo contribuyendo a encontrar pautas de actuación eficaces desde la evaluación rigurosa y la relación empática con las familias.
Sintetizando al máximo las características principales de la psicología sistémica, o lo que hay de específico en este modelo aplicado al trabajo con familias, podríamos destacar los siguientes aspectos:
· Estudiamos y actuamos más sobre las relaciones que sobre los individuos.
· Nos centramos en lo que sucede en el presente más que en lo que pasó en el pasado, aunque tenemos en cuenta los procesos evolutivos y lo transgeneracional.

· No utilizamos el binomio causa-efecto para explicar lo que pasa. Rechazamos cualquier tipo de culpabilización.
· Creemos que todos los integrantes de un grupo tienen siempre algo que ver en lo que pasa en él. Las dificultades del niño/a, del padre o de la madre, son dificultades de todos.
· Creemos que las personas y las familias tienen siempre recursos propios para superar las dificultades. Intentamos movilizar dichos recursos. Potenciamos la confianza de la familia en sus propias capacidades.
· Creemos que los individuos (adultos o niños) y los grupos tienen siempre capacidad para cambiar, para mejorar.
· Buscamos cambios cualitativos. Huimos del “más de lo mismo”.
· Concedemos una relevancia enorme al análisis de la comunicación en el grupo (entre los padres, entre padres e hijos, entre los hijos...), tanto desde el punto de vista del diagnóstico como de la intervención.
· Planteamos tratamientos limitados en el tiempo: Evitamos la dependencia del terapeuta. Cuanto antes el cliente no necesite venir a consulta, los resultados serán mejores.

Según estos criterios, las posibilidades de abordar con éxito las problemáticas relacionadas con la crianza, desde los primeros años hasta la adolescencia, o las crisis que aparecen con frecuencia en la pareja durante estos períodos, son muy elevados. Este modelo de intervención permite trabajar sobre las dificultades y disfunciones, por graves que sean, desde planteamientos orientados más a la salud que a la enfermedad. Partiendo del respeto a la idiosincrasia de cada grupo familiar, les dota de instrumentos muy eficaces para actuar desde la prevención y la promoción de los propios recursos a la hora de afrontar todo tipo de dificultades cotidianas y/o problemáticas patológicas de mayor complejidad.

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