En los foros en los que se debate en la actualidad el interés, la viabilidad y los inconvenientes de la custodia compartida, constato con preocupación como el conflicto de lealtades, uno de los trances más dolorosos por los que a menudo pasan los menores que conviven con una mala gestión de una separación difícil, afecta y condiciona también a los propios profesionales de los distintos ámbitos al posicionarse respecto a la conveniencia y la promoción de este tipo de custodia.
El corpus teórico y la práctica clínica diaria nos permite entender el funcionamiento del conflicto de lealtades que afecta a los menores en una separación difícil, nos dota de herramientas para afrontarla y, en suma, nos permite la promoción de estrategias de intervención que neutralizan aquellas tendencias a la aparición de un paisaje de dañinas coaliciones subsistémicas. En cambio, resulta difícil entender los mecanismos por los cuales una especie de “o conmigo o contra mi” se reproduce también entre los profesionales vinculados a este tema, cuando, con la rivalidad y la confrontación más que con el diálogo, pretenden valorar la conveniencia o no del modo de organización de la convivencia de los progenitores separados con los hijos comunes, que la terminología jurídica denomina custodia compartida.
Creo necesario mostrar la poca eficacia y escasa eficiencia del presente panorama interdisciplinar del abordaje de la custodia compartida. Dicho panorama se traduce en un avance lento hacia la consecución de la que debe ser la finalidad perseguida por todas nuestras intervenciones, es decir, la preservación y/o la recuperación del bienestar de las familias, y, especialmente de los menores.